Las palabras del título son, ni más ni menos, que del ministro español de economía, Solbes. (Público, 23-09-08).
Totalmente de acuerdo Sr. Solbes. Pero, sin embargo, no se han oído muchas voces ni entre los suyos ni entre los otros, que critiquen abiertamente la decisión de Bush de ayudar a los bancos estadounidenses con una inyección de capital cuya cuantía equivale al PIB español.
Los empresarios españoles también han dicho que aquí se debería de hacer algo parecido y a continuación han añadido que es necesario que se privaticen más servicios y empresas que no lo estén ya.
La cosa es así de simple. Cuando es época de vacas gordas: sueldos ingentes para los consejeros de administración, contratos blindados para los directivos y sustanciosos recortes de cupón para los accionistas, amparados por la máxima de que la ley del mercado es la única garante de la actividad económica; entre tanto a los trabajadores les cuesta dios y ayuda que les suban un dos o un tres por ciento su salario, si es que lo consiguen.
Pero, hete aquí, que llegadas las flacas, no tienen ningún reparo en renunciar a sus principios liberales y acuden al padre estado a que les saque las castañas del fuego; es decir que los beneficios son individuales pero las pérdidas se socializan; las pagamos todos.
Además, no tienen ningún rubor en seguir exigiendo que se privaticen servicios y empresas, sin duda con la intención de que se reproduzca el ciclo: gano a mogollón, gasto en lo que me viene en gana y cuando las cosas van mal que lo pague el erario público, que lo paguen, justamente, los que no lo han disfrutado y de cuyos lomos ha salido el beneficio.
Los capitalista y políticos liberales e, incluso, socialdemócratas de por estos pagos, jaleados por sus medios de comunicación, se escandalizan, como si cometiera el mayor de los pecados, cuando Chávez, por ejemplo, anuncia que va a nacionalizar algún banco o petrolera para que toda la población disfrute de sus beneficios. ¿No será mejor nacionalizar los beneficios que las pérdidas o, en todo caso, las dos cosas?
La respuesta a esta pregunta es: según para quién.
¿Dónde está la solución?
No se atreve este parvo escritor de poco más que garabatos a establecer una teoría sobre el particular, pero ¿y si hiciéramos desaparecer el régimen de sociedad anónima?
Totalmente de acuerdo Sr. Solbes. Pero, sin embargo, no se han oído muchas voces ni entre los suyos ni entre los otros, que critiquen abiertamente la decisión de Bush de ayudar a los bancos estadounidenses con una inyección de capital cuya cuantía equivale al PIB español.
Los empresarios españoles también han dicho que aquí se debería de hacer algo parecido y a continuación han añadido que es necesario que se privaticen más servicios y empresas que no lo estén ya.
La cosa es así de simple. Cuando es época de vacas gordas: sueldos ingentes para los consejeros de administración, contratos blindados para los directivos y sustanciosos recortes de cupón para los accionistas, amparados por la máxima de que la ley del mercado es la única garante de la actividad económica; entre tanto a los trabajadores les cuesta dios y ayuda que les suban un dos o un tres por ciento su salario, si es que lo consiguen.
Pero, hete aquí, que llegadas las flacas, no tienen ningún reparo en renunciar a sus principios liberales y acuden al padre estado a que les saque las castañas del fuego; es decir que los beneficios son individuales pero las pérdidas se socializan; las pagamos todos.
Además, no tienen ningún rubor en seguir exigiendo que se privaticen servicios y empresas, sin duda con la intención de que se reproduzca el ciclo: gano a mogollón, gasto en lo que me viene en gana y cuando las cosas van mal que lo pague el erario público, que lo paguen, justamente, los que no lo han disfrutado y de cuyos lomos ha salido el beneficio.
Los capitalista y políticos liberales e, incluso, socialdemócratas de por estos pagos, jaleados por sus medios de comunicación, se escandalizan, como si cometiera el mayor de los pecados, cuando Chávez, por ejemplo, anuncia que va a nacionalizar algún banco o petrolera para que toda la población disfrute de sus beneficios. ¿No será mejor nacionalizar los beneficios que las pérdidas o, en todo caso, las dos cosas?
La respuesta a esta pregunta es: según para quién.
¿Dónde está la solución?
No se atreve este parvo escritor de poco más que garabatos a establecer una teoría sobre el particular, pero ¿y si hiciéramos desaparecer el régimen de sociedad anónima?
¿Y si directivos y accionistas tuvieran que responder a las crisis con lo que se han embolsado en épocas de bonanza?
¿Y si no se pudiera hacer el agosto en las bolsas de valores con conjuras, rumores, especulaciones, mentiras y globos sondas?
¿Y si el suelo fuera de todos… el aire, el agua, como lo fue algún día?
¿Y si el suelo fuera de todos… el aire, el agua, como lo fue algún día?
¿Y si se repartiera en igual medida el esfuerzo y la riqueza?
¿Y si a cada uno se le exigiera según sus capacidades y se le diera según sus necesidades?
Eso sería otro mundo me dirás, comprometido lector, solidaria lectora, pero bien sabes tú que... otro mundo es posible.
Pues... a ello.
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