domingo, 12 de julio de 2009

APARCAMIENTO ACUEDUCTO, HECHO CON EL CULO


Esta expresión (que en realidad debería de ser: pensado con el culo) quizá de mal gusto, por lo que de antemano pido disculpas a mis exquisitos lectores y refinadas lectoras, se emplea para referirse a la autoría de algún asunto que se aprecia realizado con poca reflexión o cuando el resultado de una obra es franca y evidentemente malo de tal modo que no se puede considerar como fruto del uso razonable de la cabeza para pensar su diseño o llevar a buen término su ejecución.
Las obras de superficie que, en la avenida del Padre Claret de Segovia, con el fondo del Acueducto romano, ocultan un amplísimo aparcamiento subterráneo, inaugurado en estos días, pueden apostrofarse sin miramientos de pensadas con el culo.
Para ilustrar tan escatológica afirmación voy a resaltar algunos detalles que, además, pueden verse en la vídeo-viñeta que figura más abajo.
La avenida que, en sus orígenes fue amplia y despejada se ha estrechado (luego me referiré a ello) y se ha poblado de un bosque de farolas y artilugios que dañan la visión tanto si se mira en sentido ascendente, con el cerro del cementerio al fondo, como si se dirige la vista en sentido contrario: el Acueducto romano que cierra la escena, queda encarcelado entre los mástiles de las farolas y otros postes de luz que, de tres en tres, se inclinan sobre unos bancos; la justificación de estos sitiales luminosos no se me alcanza a no ser que el Ayuntamiento haya decidido favorecer la lectura nocturna al aire libre o, quizá, persiga el gozo de mosquitos y polillas o pretenda destinar su uso, lo que resultaría una contradicción, para unos iluminados botellones; durante el día, doy por supuesto que serán pocos los que ocupen estos asientos pues en verano se achicharrarán sin la más mínima sobra que les ampare de los rayos solares (no se ha plantado un solo árbol que proteja las zonas peatonales de la avenida) y en invierno, por estos pagos, es una osadía sentarse en la calle.
A la infinidad de farolas y luminarias (algunas de colorines limitando el espacio de los bancos o adornando las bajeras de los mismos, horterada más propia de un parque de atracciones que del entorno de un monumento patrimonio de la humanidad) hay que añadir los prismas acristalados que contienen las escaleras y los ascensores de acceso, aunque he de decir que, si debajo hay un aparcamiento, estos tienen su justificación.
Ya me refería más arriba al estrechamiento de la calzada destinada al transito de vehículos que tiene el ancho justito para que dos autobuses puedan cruzarse y que es totalmente insuficiente, para estos vehículos u otros de más envergadura, tanto en el acceso a la avenida desde la plaza Oriental (hoy llamada de la Artillería) como desde la glorieta que regula los cruces de aquélla con las calles del Batán, de San Gabriel y de Soldado Español. En estos puntos los vehículos (incluso turismos) que suben en el primer caso o que bajan en el segundo, han de parar con anticipación para permitir que los autobuses o camiones puedan acceder a la avenida pues éstos, en su giro, ocupan parte del carril contrario. Y es así a pesar de que podían haber aumentado en uno o dos metros la calzada en detrimento de la zona peatonal que ha quedado amplísima.
Es una lástima. No voy a entrar en la conveniencia o no de este aparcamiento por no avivar una polémica que en estos momentos ya no tiene mucho sentido pero, desde luego, el resultado en el exterior no se puede calificar de éxito; el interior, aún no lo he visitado, creo que sí permite aparcar coches lo que, si duda, es un alivio.
Tras este párrafo figura una video-viñeta que ilustra lo hasta aquí comentado.

A continuación incluyo una segunda vídeo-viñeta que no es del autor de este blog que tan sólo ha pasado a vídeo una presentación PowerPoint que circula por la red; en ella se demuestra (no sé si con rigor pero, desde luego, con ingenio) como importantes obras de nuestros tiempos se ven condicionadas por decisiones que se tomaron hace miles de años.


En el caso de la zona de superficie del aparcamiento del Acueducto de Segovia no hay condicionamientos por decisiones o realizaciones anteriores y, por lo tanto, sólo se puede concluir que, sencillamente, se ha hecho, pensado, con el culo.

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