jueves, 16 de octubre de 2008

REPARTIR LA RIQUEZA

Las ONGs de ayuda al desarrollo, de Segovia se han sumado a la convocatoria hecha por la “Alianza Española contra la Pobreza” y organizan una concentración en el Azoguejo, el viernes 17 de octubre a las 6 de la tarde. Varios colectivos, entre ellos el Foro Social de Segovia, también han hecho un llamamiento a que se secunde esta movilización.
No sé muy bien por qué las ONGs organizadoras han manifestado que será una concentración silenciosa, aunque adelantan que se leerá un manifiesto, es decir, será silenciosa pero menos. (El Adelantado de Segovia, 15-10-08)
Si así lo han decidido sus razones tendrán aunque yo no alcance a comprenderlas.
Pero la ocasión es estupenda para no estar callados.
Para acabar con la pobreza en el mundo, hay que repartir la riqueza.
No es cuestión de caridad ni tan siquiera de lo que se designa con el eufemismo de aquella: solidaridad, palabra que nos suena mejor porque parece desprovista de carga ideológica, aunque adecuada para designar la actitud subjetiva hacia el problema. Es cuestión de mera justicia que compete a las instituciones internacionales políticas y financieras impartirla. ¿Tan largo me lo fiáis? Claro está, si éstas fueran democráticas, que no lo son.
Cuando están en juego los intereses de los ricos las instituciones se ponen en marcha y no sólo para hacer promesas. Véanse el ajetreo que se han traído gobiernos y organismos internacionales con el asunto de la crisis del sistema financiero.
Se inyecta dinero a los bancos, se nacionalizan sus acciones… ¿Con qué objetivo? Que puedan seguir cerrando los ejercicios económicos con incrementos fabulosos de sus beneficios; que sus accionistas puedan seguir cortando el cupón; que sus consejeros y directivos puedan seguir cobrando sustanciosos honorarios y finiquitos blindados; etc, etc. Es decir, con el objetivo de que la riqueza siga en manos de los ricos.
Si hubiera habido una movilización institucional para rescatar de la pobreza a los pobres con la mitad de empaque que la desarrollada para afianzar la riqueza de los ricos, quizá la concentración del viernes sería una explosión de gozo y no un lamento silencioso por los que ni siquiera pueden lamentarse.
La riqueza en el mundo es una sola tarta de la que unos pocos se comen desde la guinda hasta el bizcocho y al resto a penas les llegan las migajas.
Algunas cifras (obtenidas del artículo de de Luis Hernández Navarro: "Alimentos: el silencioso asesinato en masa" en Página Abierta de septiembre 2008) que pueden darnos una idea de cómo están las cosas: "Cada cinco segundos muere un niño menor de 10 años en el mundo por hambre y la situación va a agravarse. Hay cerca de 850 millones de seres humanos que no tienen qué comer. El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas estima que, a partir de la actual crisis, hay 100 millones de personas hambrientas más. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en 37 países se ha desatado una crisis alimenticia. En 2008, las naciones más pobres pagarán un 65 por ciento más por sus importaciones de cereales; en algunos países africanos el incremento será del 74 por ciento. Jean Ziegler, relator especial de la ONU sobre el Derecho a los Alimentos, sostiene que es como si detrás de cada víctima por la hambruna hubiese un asesinato: «Esto es un asesinato en masa silencioso»."
El modelo globalizador capitalista está desahuciado aunque no se vislumbre una alternativa suficientemente compartida que lo sustituya. Sin embargo ¿quién se sorprenderá de que, los sufridores del sistema hartos de esperar de la justicia el trozo de pastel que les corresponde, se lo tomen por su mano? Quizá esto no traiga nada bueno para nadie pero cuando reparemos en ello será demasiado tarde.
Hoy todavía estamos a tiempo de no dar motivos y evitarlo.

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