Titirimundi es el festival internacional de títeres de Segovia. La actual edición es «Titirimundi’10»; no porque sea el décimo festival si no por los dos últimos dígitos del año en curso. Titirimundi comenzó en el año 1986, con sólo ganas y esfuerzo de muy pocos.
Se ha ido consolidando, incluso consiguiendo alguna ayuda de instituciones y, durante los días que dura, las calles de Segovia y de algunos de sus pueblos, sus salas de espectáculos, habituales o habilitadas y algunos de los patios de sus casas nobiliarias se agitan con las contorsiones, los esperpentos o las delicadezas de las marionetas.
El evento, con lo cultural, sin duda el valor que lo destaca y justifica, ha impulsado la vida de la ciudad y contribuye a que el sector más boyante de la misma, el turístico, aproveche la circunstancia. Creo sinceramente que mejor por lo primero, pero sin duda por lo segundo, Titirimundi durará mucho tiempo. Las empresas e instituciones que hoy respaldan el festival no se pueden permitir otra cosa.
Sin embargo, alguna institución (Diputación Provincial: PP) aunque figura como patrocinadora en el programa, no debe andar muy a gusto, quizá porque no parece que pueda controlar la línea autónoma e independiente que han mantenido durante tantos años los organizadores del acontecimiento, y colocan algún palito que otro en las ruedas del carro por ver si se atora.
Para ilustrarlo les contaré lo que mi amigo, el levógiro de lengua viperina (ya me he referido a él en otros apuntes) me ha contado, asegurándome que es verdad.
Ya desde hace tiempo, uno de los puntos de venta anticipada de entradas, para asistir a los títeres, era la taquilla del Teatro Juan Bravo de Segovia, sala propiedad de la Diputación, lo que resultaba bastante cómodo por su ubicación en la plaza Mayor y porque es el único teatro en funcionamiento en la capital y, por lo tanto, de referencia para los aficionados. Pues bien, durante el próximo Titirimundi, los responsables del mismo se han negado a vender las entradas en la ventanilla del coliseo comunero y eso que el favor del Teatro-Diputación le costaba 3.000 euros al presupuesto del festival.
No parece fácil que la situación se solvente pues el director del Juan Bravo y su jefe el Diputado de Cultura de la Provincial, dios_nos_salve, quines deberían resolverlo, están en paradero desconocido. Bueno, estaban en paradero desconocido; mi amigo, el viperino, se ha enterado de que están en México a una importantísimo misión: firmar un contrato para un espectáculo. Disculpas del mismo tenor pusieron, hace un tiempo, para darse una vuelta por China. Como lo oyen, quiero decir: como lo leen.
Ustedes me dirán que la cosa se podía hacer por correo, electrónico o no, por fax, etc. pero claro, así ni se viaja ni se conoce mundo a costa del bolsillo del contribuyente.
Y no crean que estos señores no tienen en cuenta lo de la crisis económica. Sí lo tienen y han tomado la decisión de exigir a Titirimundi que, por tal razón, no cobren el euro (uno) que cobraban sólo a los adultos, para entrar en los títeres que se realizan en los patios señoriales de las casas segovianas.
¡Qué generosidad la de los responsables del Teatro-Dipùtación, dios_nos_salve! Y de paso mientras el personal agradece el gesto (alguien se ocupará de airearlo) se le pasa desapercibida la sustanciosa minuta de tan inevitable viaje.
–Qué cosas dices –le contesté yo a mi amigo, el levógiro–, seguro que son habladurías.
Y él no sé qué comentó de un río que suena cuando lleva agua.
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